En una entrevista con Franklin Carrero, experto en diplomacia científica, se abordaron temas clave sobre el papel de la diplomacia científica para enfrentar los desafíos actuales y futuros, tanto en América Latina como en otras regiones del mundo. Carrero es del Director Principal de Sostenibilidad y desarrollo globales y Ciencia y tecnología para la sostenibilidad de la División de Política y Asuntos Globales (PGA) de The National Academy of Sciences, Engineering, and Medicine (NASEM) de Estados Unidos.
Para Carrero, la diplomacia científica va más allá de las colaboraciones científicas o los intercambios estudiantiles. Se trata de un enfoque estratégico que conecta la ciencia con la política pública y las relaciones exteriores, permitiendo que gobiernos, científicos, tomadores de decisiones y comunidades trabajen juntos para abordar problemas complejos.
"El IAI no solo fomenta la colaboración científica, sino que también actúa como un puente para conectar las necesidades locales con estrategias globales"
Uno de los ejemplos más destacados es el proyecto Science and Engineers in Exile and Displaced (SEED), que apoya a científicos e ingenieros desplazados por conflictos, como el de Ucrania. Este programa busca evitar la pérdida de talento científico al proporcionar recursos y oportunidades para que estos profesionales puedan continuar con su trabajo, incluso en condiciones adversas. Como explica Carrero, en contextos de conflicto o crisis, la "fuga de cerebros" no solo implica la migración de personas, sino también la pérdida de experiencia científica y técnica, un golpe significativo para cualquier país.
La experiencia del programa en Ucrania, donde se trabaja en colaboración con embajadas, organismos filantrópicos y sectores privados, sirve como modelo para América Latina y el Caribe. En estas regiones, los desastres naturales, como huracanes, terremotos o el cambio climático, también han generado la migración de científicos. Según Carrero, la falta de una infraestructura que facilite el regreso de estos profesionales amplifica las pérdidas científicas en la región.
"La diplomacia científica es esencial para traducir la ciencia en soluciones locales y políticas públicas relevantes"
Carrero también destacó el rol del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI) como un actor clave en la integración de ciencia, políticas públicas y comunidades. Según el experto, el IAI se ha consolidado como un espacio de diálogo entre países, donde las decisiones se fundamentan en evidencia científica y datos, permitiendo la interacción entre gobiernos, comunidades locales, pueblos indígenas y el sector privado.
Un tema recurrente en la conversación fue la falta de inversión en ciencia y tecnología en América Latina. Carrero resaltó que la región tiene uno de los niveles más bajos de inversión en investigación como porcentaje del PIB, lo que limita la competitividad en economías basadas en el conocimiento. Además, enfatizó que esta inversión debe ser sostenida y a largo plazo, desde la educación básica hasta la formación de investigadores y científicos.
De cara a la próxima década, Carrero instó a fortalecer programas formales como los del IAI y otras organizaciones que promuevan la formación de profesionales en diplomacia científica. En su opinión, a medida que la ciencia y la tecnología se conviertan en motores del desarrollo económico, será imprescindible contar con expertos que comprendan tanto las relaciones internacionales como las implicaciones de los avances científicos.