La diplomacia científica como una nueva mirada a los desafíos globales

La Embajadora Carmen Isabel Claramunt (centro) durante la visita este mes al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica por parte de la Directora Ejecutiva del IAI, Anna Stewart-Ibarra (a su izquierda), y el Director de Ciencia del IAI, Edwin Castellanos (extrema izquierda)

 

Entrevista con la Embajadora Carmen Isabel Claramunt, Directora de la Academia Diplomática Manuel María de Peralta, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República de Costa Rica, y miembro del Comité Asesor del Centro de Diplomacia Científíca del IAI. 

¿Cómo empieza su interés en la diplomacia científica?

Todo empezó con una pregunta que me hice: ¿qué necesita el gobierno costarricense a efectos de poder impulsar y desarrollar el país sobre la base de las capacidades instaladas? Y me di cuenta de que este era precisamente el ámbito de la ciencia. Me encontré con que había un esfuerzo muy grande de conectar a los científicos costarricenses en el extranjero.

Cuando estuve en la Dirección de Cooperación empecé a darme cuenta de la importancia creciente de proyectos que nuestra sociedad pedía en términos de cooperación internacional relacionada con necesidades de generación de conocimiento, de redes de conocimiento en el campo de la ciencia.

Estuve en la COP21 en el 2015 y noté el papel fundamental que jugaron los científicos para llevar adelante el Acuerdo de París que había tardado tantos años en adoptarse. Todos esos elementos se fueron juntando y me fueron diciendo que hay algo que hemos estado haciendo pero que no hemos consolidado como un quehacer integral dentro de la diplomacia. Pensé que a lo mejor siempre hemos hecho diplomacia científica, pero de manera muy puntual, no con esa visión de transversalidad.

“Los retos son de tal magnitud a nivel global, que ya no se pueden atender del espacio local, sino planetario porque todo el mundo tiene una responsabilidad compartida”

Cuando adoptamos la agenda 2030 y la Convención del Cambio Climático, tomamos cuenta de que los retos son de tal magnitud que ya no se pueden atender desde el espacio local, sino planetario y que en esos espacios los gobiernos ya no tienen la capacidad de avanzar solos, sino que todo el mundo tiene una responsabilidad compartida; y que además, tenemos necesidad de trabajar en permanencia con la ciencia para fortalecer la acción y la incidencia política de los Estados, pero también para identificar cuáles son esos riesgos a los que nos estamos enfrentando, cuál es la urgencia o la prioridad en la atención de esas urgencias, y cuáles pueden ser las soluciones posibles.

 

En nuestra región, ¿cómo la diplomacia científica puede innovar la toma de decisión?

Llo primero que la diplomacia científica debe hacer en la región, y creo ahí que el IAI lo está impulsando muy fuertemente, es acercar a las comunidades científicas de la región, pero acercarlas con los políticos, con los tomadores de decisión, con el sector privado, con otros sectores, que vemos totalmente desvinculados. En el pensamiento occidental, somos muy binarios. A veces creemos que la ciencia es una cosa y la diplomacia es otra. Aprendimos en el siglo XX la especialización, y perdimos la perspectiva del conocimiento integrado, y entonces ahora el gran reto es cómo volvemos a juntar todas esas áreas del conocimiento para buscar de qué manera juntos podemos dar respuesta a todos esos retos de cambio global que tenemos enfrente.

“La diplomacia científica debe acercar las comunidades científicas a los tomadores de decisión, al sector privado, a otros sectores que vemos hoy totalmente desvinculados”

La diplomacia científica debe tener muy claro que tiene dos componentes mínimos; uno que es el de la diplomacia, en términos de representación de apoyo político, de vocería, de un saber negociar; y un componente científico que es como la brújula que pueden tener los Estados para saber cómo dirigir sus esfuerzos. Tiene que ver también con cómo nos acercamos en el lenguaje, porque muchas veces los científicos han estado por un lado y los diplomáticos por el otro. Eso nos ha hecho perder capacidad de incidencia, porque si ponemos esfuerzos en común es muy probable que podamos maximizar esfuerzos.

 

¿Qué recomendación les daría a los científicos para mejorar su propia capacidad de Diplomacia Científica?

La pandemia fue el ejemplo claro que puso en evidencia cuán importante es compartir el conocimiento ante un flagelo como ese. Y también cuánto importante poner a disposición en repositorios internacionales el conocimiento para que la lucha pueda ser conjunta. Porque estos son temas que salen de las fronteras y que tienen que ser atendidos por todos.

¿Qué es importante para un científico aprender? Digamos que acercar el lenguaje para que sea comprensible para los tomadores de decisión. Yo creo que es ese acercamiento para que nos conozcamos entre interlocutores, para que descubramos qué hacemos unos y otros y para que identifiquemos en qué terrenos nosotros podemos ayudar a la ciencia local a desarrollarse y a expandirse, y para ver también de qué manera la ciencia nos apoya a nosotros para mover a la comunidad internacional.

 

“Aprendimos en el siglo XX la especialización, y perdimos la perspectiva del conocimiento integrado. Ahora el gran reto es cómo volvemos a juntar todas esas áreas del conocimiento para juntos dar respuesta a los retos de cambio global”

Los científicos ahora pueden tener la posibilidad de incursionar en otras áreas del conocimiento. Por ejemplo, nuestra Academia que antes era abierta a abogados, a economistas y a relacionistas internacionales; cambió su malla curricular para que los científicos que puedan interesarse en tener una maestría en diplomacia puedan acceder. El apoyo de la ciencia no está simplemente para poder estar en una delegación negociando. Está para poder asesorar mucho antes que en una de delegación, por dónde debemos caminar, qué cosas están siendo peligrosas o amenazantes.

¿Qué nos puede compartir sobre el Centro de Diplomacia Científica del IAI?

Hace poco ya se le dio el banderazo de salida al recién creado Centro de Diplomacia Científica, que está concebido como un órgano encargado de poner en marcha esos espacios de intercambio de conocimiento, de creación de redes de investigación, de movilidad de profesionales, de discusiones desde la política pública hacia la ciencia, y de la ciencia a la política pública. También se enfoca en que donde haya avances en ciencias y tecnología o pueda haberlos, que sus beneficios lleguen a la humanidad y no lleguen solamente a algunos grupos. Entonces yo creo que ahí todo ese tipo de perspectivas entre múltiples actores, de múltiples retos, en distintos niveles, pueden entrar en juego bajo un marco ordenador que los impulse y que los estimule.

¿Qué recomendaciones tiene para los científicos y otros profesionales que tengan interés en la diplomacia científica?

Hay universidades que ofrecen cursos en diplomacia científica, pero no necesariamente el recorrido debe tener un marco tan estructurado. Ciertamente, hay que fortalecer la base conceptual pero uno de los trabajos fundamentales que puede hacer el Centro de Diplomacia Científica del IAI es seguir impulsando esa base conceptual.

A un científico joven, a un diplomático joven, lo que yo les recomendaría es que estudien, que lean. Hay mucha información que ahora circula libremente. Si pueden llevar la carrera, sería maravilloso, porque creo que le van a dar un nuevo aire y nos van a enriquecer en ese intercambio.

“Ojalá las nuevas generaciones vuelvan a esa mentalidad renacentista que desbordaba nuevas perspectivas y una nueva forma de ver el mundo”

No necesariamente la diplomacia científica supone que los científicos sean diplomáticos, sino que significa que sepan hablar también con la diplomacia, que se acerquen para mostrar en qué están, qué saben, cómo lo saben y de qué manera pueden apoyar. La diplomacia científica tiene muchos ámbitos y muchas perspectivas de donde ambos sectores pueden trabajar y poner esfuerzos comunes al servicio de la humanidad.

Ojalá las nuevas generaciones vuelvan a esa mentalidad renacentista del siglo XII y XIII, que trató de recuperar todo ese conocimiento que estaba ahí, que desbordaba con nuevas sensibilidades, nuevas perspectivas, una nueva forma de ver el mundo y de entender nuestra existencia sobre la Tierra. Yo creo que ese espíritu renacentista comienza por entender que no vivimos en aislamiento, sino que tenemos que comunicarnos unos con otros, que vivimos en sociedad y que somos capaces de sacar adelante la tarea juntos.

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Conozca más sobre el Centro de Diplomacia Científica del IAI aquí: https://www.iai.int/es/post/detail/SDC 

Vea la entrevista en YouTube: https://youtu.be/iNeG3XXVp94 

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