Laura Ramajo es miembro suplente del Comité Asesor Científico del IAI. Ella es bióloga y tiene un doctorado en cambio global y es investigadora adjunta del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) en Chile.
Lo primero que hay que dejar claro es que el desarrollo económico no está en contraposición con la conservación o la protección del medio ambiente. La evidencia científica es muy clara en identificar que las dos van totalmente agarradas de la mano.
Sabemos, por ejemplo, que los incendios o las crisis hídricas tienen impactos en la economía y en los productos internos brutos porque ahora el estado va a tener que poner muchos fondos para abordar los efectos relacionados. Cuando entendemos que un ecosistema sano es más productivo, entendemos que la calidad y la abundancia de los recursos también son mayores. Pero un problema que tenemos es la sobreexplotación de recursos. Sabemos que la pesca ilegal es altísima y que probablemente supere los desembarques totales de peces y otros organismos que se extraen de manera legal. Los últimos estudios indican que tenemos una sobreexplotación de recursos marinos y que viene tanto de la sobrepesca y como de la pesca ilegal.
“El objetivo debe ser construir sistemas socio ecológicos que sean resilientes y para ello que sean capaces de llegar a acuerdos para que no se generen conflictos socioambientales”
La gobernanza no ha sido la adecuada a la hora de proteger estos ambientes. No se ha hablado mucho del rol que tienen las salmoneras, por ejemplo, en algunas zonas como los fiordos de Chile y de Argentina. Se está trabajando para que estas industrias trabajen de un modo más limpio considerando la capacidad de carga de los fiordos. Pero esta gobernanza, esta toma de decisiones, debería incorporar a todos los actores, más allá del Estado y de los diferentes representantes de las industrias o de los diferentes sectores como la pesca artesanal. Ese espacio se comparte con el turismo costero y otros actores sociales que ocupan el mismo territorio y deben ser parte de esta toma de decisión.
He tenido la oportunidad de participar, por ejemplo, en la construcción del Plan de Acción Climático Regional de la región de Coquimbo, que es una región que queda en el centro-norte de Chile, la cual es bastante vulnerable al cambio climático porque presenta una disminución de las precipitaciones bastante sostenida en la última década.
Fue bastante interesante poder participar y liderar esta consultoría que hicimos para el Ministerio de Medio Ambiente en Chile, porque tuvimos la oportunidad de generar un grupo de trabajo que era prácticamente todo científico, que trabajaba y venía desde la academia y desde la ciencia, para generar también, de manera participativa, estos planes junto con las diferentes instituciones y los diferentes grupos sociales que existen en la región, y que tienen cada uno sus intereses, y también sus recomendaciones así como ideas, para poder abordar los efectos y los impactos del cambio climático.
“En Chile, la Ley Marco de Cambio Climático establece que todas las decisiones que se tomen deben tener una base científica.”
En estos últimos dos años, hemos estado participando junto con un grupo de investigación de la Universidad Católica del Norte y otros investigadores de otras universidades del país en apoyar en la construcción del plan comunal de cambio climático en Rapanui. Hemos tenido la oportunidad de generar un estudio de riesgo y también de levantar desde la población y desde los diferentes sectores cuáles son las acciones más importantes para la protección del patrimonio arqueológico y natural, el sector turismo y el sector de la pesca artesanal, que son sectores socioeconómicos y patrimoniales bastante importantes para la isla.
En mi opinión, es bastante importante que la ciencia se involucre en estos procesos de creación de políticas públicas. En Chile, por ejemplo, la Ley Marco de Cambio Climático establece que todas las decisiones que se tomen deben tener una base científica.
La educación juega un papel crucial en cambiar la percepción pública sobre los impactos humanos en los océanos. Es importante usar plataformas variadas para informar y capacitar a la población sobre cómo nuestras acciones afectan los mares. Estrategias como campañas de concientización, educación formal e informal, y la participación en actividades prácticas pueden ayudar a fomentar un mayor respeto y cuidado hacia nuestros océanos. Estos esfuerzos deben ser inclusivos y abarcar a toda la sociedad para asegurar un cambio significativo en la forma en que valoramos y tratamos los recursos marinos. Además, es crucial que la educación ambiental fomente el empoderamiento comunitario para que las personas se conviertan en agentes activos de cambio en la conservación de nuestros océanos.
El tema del plástico es bastante importante porque, al principio, era un tema de contaminación. El océano estaba lleno de plástico muchas zonas terrestres también estaban llenas de plástico. Luego, con el tiempo, la acción científica identificó que estos plásticos, con el proceso del movimiento de las aguas, el oleaje, se parten y se generan pequeñas partículas que pueden ir desde partículas un poco más grandes hasta partículas muy, muy pequeñas que son microscópicas y que nosotros no vemos en el agua. Muchas de estas se posan en el fondo de los océanos y otras son consumidas por los peces y por los animales filtradores. Estos plásticos también contienen contaminantes químicos.
“Es necesario llegar a un tratado internacional para acabar con la contaminación por plásticos porque afectan la salud de los ecosistemas del océano y otros ecosistemas, pero también afectan la salud humana”
Este problema se convirtió en un tema de salud, no solo de salud de los océanos sino también de salud humana. Al día de hoy, existen estudios científicos que identifican la existencia de microplásticos en la sangre de las personas, en tejidos como el cerebro o incluso en la leche materna, porque nosotros los consumimos y nuestro cuerpo no es capaz de excretarlos y sacarlos del organismo. Además, muchos de los contaminantes de estos microplásticos son disruptores endocrinos que generan problemas en la salud de las personas y los animales. Los animales filtradores consumen estos microplásticos y creen que están saciados, dejan de comer sus alimentos y terminan muriéndose. Hemos visto estas imágenes de ballenas con muertas con los estómagos llenos de plásticos y otros desperdicios. Es necesario llegar a un tratado internacional para acabar con la contaminación por plásticos porque afectan la salud de los ecosistemas del océano y otros ecosistemas, pero también afectan la salud humana.
Los recientes incendios en la región de Valparaíso son un recordatorio brutal de las consecuencias del cambio climático, como el aumento de las olas de calor y la megasequía que lleva más de una década afectando a Chile. Estos fenómenos agravan los riesgos y la intensidad de los incendios forestales. Frente a esto, estrategias como la desalinización del agua de mar han sido consideradas como medidas de adaptación para enfrentar la escasez de agua. Sin embargo, más allá de la desalinización, necesitamos repensar nuestra gestión del territorio y las prácticas de conservación. Por ejemplo, la integración de vegetación nativa en las plantaciones puede servir como cortafuegos y ayudar a reducir la inflamabilidad del paisaje.
Entrevista completa: https://youtu.be/6i0g5wHJ2_Y
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