Desde antes del estudio sistemático y científico de las plantas, los seres humanos ya habíamos desarrollado una relación estrecha con estos organismos. Esto nos ha permitido sobrevivir y desarrollar formas de vida más complejas y sofisticadas. Nuestra dependencia de las plantas va aún más allá, ya que producen el 98% del oxígeno que respiramos, y se estima que un 80% de nuestra dieta es de origen vegetal. Con estos datos, es necesario entender y abordar de manera efectiva las amenazas emergentes que puedan poner en riesgo la salud de especies vegetales de los diferentes ecosistemas.
El concepto de sanidad vegetal es un término amplio que puede incluir múltiples elementos, como los agentes patógenos presentes en especies de plantas. Sin embargo, existen otras propuestas que involucran las consecuencias de la acción humana a través de la producción agrícola, el comercio entre otras actividades, sobre la salud de las especies vegetales de ciertos ecosistemas. Los expertos señalan que una de las amenazas más importantes es la introducción de especies no endémicas, pues ponen en peligro el equilibrio ecosistémico en algunas regiones de las Américas.
En Argentina, por ejemplo, las coníferas exóticas fueron introducidas con fines productivos, por su capacidad para adaptarse a las frecuencias de déficit hídrico. Pero, como explica Pedro Laterra, miembro del Comité Asesor Científico del IAI, una deficiente gestión de estas especies representa una amenaza para la biodiversidad y los servicios ecosistémicos en lugares donde no han sido invitados, lo cual aumenta la probabilidad de incendios.
La diversidad biológica nativa es fundamental para la protección de los ecosistemas vitales de los países, así como su seguridad alimentaria y bioseguridad. Los gobiernos deben considerar los riesgos potenciales de un desequilibrio vegetal, tomando en cuenta los conocimientos científicos y tradicionales al momento de tomar decisiones económicas.